La memoria de los lugares que reconocemos como hermosos,
contienen espacios y edificios que es necesario conservar, pero esos mismos
edificios nos dan la pauta para generar otros que los complementen. La memoria
en este sentido, no pertenece estrictamente al pasado sino que se convierte en
una espoleta del presente, en una activadora que bien leída anticipa el futuro.
La memoria no es un acontecimiento encapsulado sino una
condición de proyección.
Los paisajes también son memoria. La naturaleza luxemburgesa es
de una belleza insustituible y la urbanización debe acompañarla y no
destruirla.
El emplazamiento del proyecto intermedia entre la memoria
edificada y la naturaleza roturada, es vivienda y trabajo.
Por tanto el granero que ocupa el centro de nuestro territorio
es la imagen construida de esa memoria y de ese trabajo, es la intermediación
entre el pasado y la proyección al futuro.
El granero debe ser conservado y se debe convertir en el eje
sustancial de la propuesta. Los graneros,
en sentido genérico deben cuidarse puesto que son memorables, contienen
memoria y lugar, destilan trabajo y nos identifican con la tierra original.
Tomada la decisión de salvaguardar el granero y dotarlo de otros
usos, la propuesta que presentamos pretende ser simple y contundente. Dos
edificios se localizan en el perímetro
de lo ya construido definiendo dos lugares con características bien distintas.
La primera edificación define el límite de lo construido, define la calle des
Prés y en su trasera se produce la transición con los antiguos campos de
cultivo. La toponimia de la calle define el carácter de la edificación. En este
aspecto los jardines comunales se caracterizan por una urbanización baja. Es
más campo que jardín; más naturaleza intermediada que urbanización.
El segundo edificio pretende ser más urbano, dar frente a la
plaza presidida por el granero. Define una geometría precisa y da cara a la
ciudad más consolidada; junto con el granero define una plaza con actividad,
sobre ella se volcarán las actividades públicas generadas por los edificios, la
plaza es el centro de la vida comunitaria, es el corazón de la estructura
urbana.
El granero necesita ser modificado en su antiguo uso. Se
eliminan de su periferia las edificaciones que con dificultad pueden ser
remozadas, las viviendas antiguas y escleróticas y las ampliaciones vulgares.
Con esta primera limpieza, el edificio se convierte el protagonista activo, en
presencia significante.
En él se incluyen, en planta baja una pequeña zona comercial, un
paso interior y una zona de encuentro; un espacio de funciones superpuestas que
permite reuniones y estancia, un lugar que protege y ayuda a disfrutar del sol,
a leer o conversar.
Su planta alta se convierte en un lugar de posibilidades, puede
ser un espacio de acogida, un baluarte de
solidaridad que contiene aseos y habitaciones, también una pequeña zona
de estancia con acceso independiente… Puede, no obstante, convertirse en zona
de actos o de actividades múltiples, la comunidad decidirá y la arquitectura se
pone al servicio de esa decisión proponiendo posibilidades, asumiendo la
sugerencia.
Las viviendas asumen también su condición de multiplicidad, no
pretenden convertirse en un tipo que se repite indiscriminadamente, sino que
aportan la diversidad necesaria en una sociedad que cambia a velocidades nunca
vistas hasta ahora.
El sistema que se emplea para su construcción viene de taller y
estructura unas viviendas que pueden crecer y decrecer, adaptarse y
modificarse, en resumen ser en cada momento de su tiempo. Las zonas húmedas se
concentran favoreciendo la instalación de los servicios pero también su
mantenimiento. Esta operación aparentemente inocua hace que el resto de la
vivienda pueda modificarse con decisión y sin problemas que lo impidan. Las viviendas,
en este sentido, son unas máquinas preparadas para el cambio. Todas las
viviendas debieran ser líquidas, adaptables; estas pretenden acercarse a este
concepto que no sólo es constructivo sino social.
La construcción, como hemos indicado previamente, pretende ser
prefabricada entendiendo la industria en taller como un activo sustancial en
los tiempos y la economía de esta edificación. Su exterior es intelectualmente
contextual, reinterpreta lo tradicional y se adapta a las condiciones
normativas de manera elegante y disciplinada. Emplea el zinc de color Dudelange
en unas cubiertas que son a la vez fachadas y que se dejan puntuar por una
madera que envejecerá con la dignidad del lugar pero que también aportará la
calidez de lo doméstico.
En resumen, se propone una viviendas descaradamente contemporáneas
y precisamente por ello deudoras del carácter más enraizado del lugar.