El Poblado Dirigido
de Caño Roto ha sido rehabilitado hace ya un tiempo con dudoso cuidado.
Con toda seguridad
las viviendas están suficientemente aisladas –lo que sin duda es loable - y su
aspecto de tenso mono-capa es más del gusto de algunos vecinos; pero cabría
preguntarse si la cultura arquitectónica avanza con la demoscopia.
Tampoco la
construcción de sus espacios públicos se ha salvado del “aggiornamento” propiciado
por la baldosa hidraúlica. Los morteros
y empedrados han sido pacientemente masticados por la uniformidad pretoriana de
la losa madrileña del extrarradio. ¡Viva la democracia urbanizadora!
Aún así, ciertas
arquitecturas soportan su puesta al día a causa de la normativa con evidente
nobleza. Éste es el caso de Caño Roto; que resiste con un ¡No pasarán! desde la
sutil trinchera de su organización morfológica y la dimensión de su maltratado,
pero todavía vigoroso, espacio público.
1.
En una composición de factura barroca, un
grupo de niñas vestidas de blanco almidonado, y también de niños, acompañan a
algunos extraños objetos de madera listos para ser fotografiados.
Bajo la sombra de una caseta prefabricada, un
adulto - quizás lo único no fingido del cuadro- se interesa por la escena.
Me gusta mirar ese
tierno atrezo de niños calzados, algunos de domingo, con un fondo deslumbrante de niñas actrices;
una con los brazos,
nada piadosos, relajados en cruz es morena, su cabeza se acomoda ligeramente
hacia atrás y se apoya rozando una tabla- juguete, construida por Ángel
Ferrant, que su compañera rubia alcanza con la mano mientras que se planta, firmemente,
sobre un muro de hormigón.
Y me excita
descubrir un fondo de alegoría que propone una arquitectura nueva y limpia para
un país aún por crecer.
Con exceso, los niños
salpican las fotografías de Caño Roto; siempre en unas calles desiertas de
adultos, en un refugio seguro y amable acordonado por un cinturón de buena
arquitectura.
2.
La sombra de media tarde empapa la totalidad
de la calle, es invierno.
La calle mira al
este haciendo amable el paseo en verano, La viviendas se orientan entonces
norte-sur, abriendo las estancias de día y los dormitorios principales a la
orientación favorable. La disposición es militar, su configuración material
espartana.
Un hormigón con
encofrado en tabla de gran tamaño construye el testero de las viviendas y el
cierre del patio, el ladrillo silico-calcáreo endurece, hasta arañar, las
fachadas de las viviendas de todo el poblado; y en el suelo el canto rodado y
el hormigón configuran un conjunto de una dureza sorprendente.
Aquí no hay hueco para la figuración rural. Un
poblado no es un pueblo.
La sutileza se
descubre en la dimensión de las calles y las plazas y en el imponente zaguán y
en las jardineras que aparecen como la concesión a una vida que de manera
automática acabará por afirmarse en el Poblado.
Y la sombra.
3.
Un patio medio lleno de un sol amable de
invierno. Un árbol y un coche de niño sustantivan el plano de una secuencia cercana
al neo-realismo.
El cochecito de niño-
otra vez niños- se descapota hacia el sur como la estancia de las viviendas y
esa imagen, de luz tibia que adormece, hace visible una obsesión no disimulada
por el higienismo y un comienzo de vida pausada- patio, luz, agua y sombra- en
el contexto viscoso de la España negra de final de los cincuenta.
El patio se
construye con un árbol y una fuente y se rodea de una tapia que convoca un
lugar suficiente, acotado y sombreado, que enseña el cielo en invierno y la
fronda en verano. Dos jardineras, invernalmente esqueléticas, acentúan el
equipamiento.
El suelo de la
estancia es el del patio y se despliega en camino hacia el dormitorio de padres
que se cierra con una estricta celosía de madera. La puerta es opaca- de
madera- y los vidrios, armados también en madera, son – obviamente-
transparentes siendo uno de ellos basculante para airear.
Los muebles
construidos por Vázquez para la casa de Vázquez son ligeros y apropiados; y
completan una escena de dignificación de la vivienda popular española en la tristeza
gélida de la dictadura.
Otoño de 2009
Andrés Cánovas